-¿Por qué nunca te desnudas frente a mi? –escucho su voz amortiguada por la madera de la puerta del baño.
-Nunca me desnudo frente a nadie –respondo mientras remuevo el vendaje para poder limpiar la herida que está visiblemente mucho mejor.
-¿Nunca?
-Nunca –humedezco una mota de algodón para remover el poco de sangre seca que se ha situado en los costados del corte.
-Imposible… -escucho movimientos lentos de roce contra la puerta. Sonrío porque sé que está acomodándose para tener una de esas charlas que solíamos tener a través de las puertas-, imposible.
-¿Por qué es imposible?
-Porque no eres virgen –me responde tan resueltamente que no puedo evitar reírme. Aunque no por mucho tiempo, pues mi corte provoca agudas espinas que atraviesan mi cuerpo de lado a lado.
-No me hagas reír, carajo –murmuro frunciendo el ceño, pero aún muy divertida con su respuesta.
-Lo lamento… Pero es que no me cabe en la cabeza que no te desnudes.
-Nadie me informó que mi desnudez al momento de tener sexo era fundamental e indispensable –digo con tonos airosos de diplomático imbécil.
-Entonces lo haces vestida –concluye después de unos minutos de silencio. Mis ojos se tornan blancos, suspiro y termino con la desinfección del corte. Vuelvo a enrollar a mí alrededor el vendaje por la parte opuesta, para que esté limpia la gasa que entra en contacto con mi piel.
-¿Tenemos que hablar de esto? –me acerco a la puerta y me apoyo contra ella, mirando el espejo enorme que me queda enfrente.
-Tú empezaste –susurra.
-¿Yo empecé? –parpadeo atónita-, si mal no recuerdo, yo no pregunté al aire por qué era que no me desnudaba.
-¿Te da vergüenza…?
Me miro de pies a cabeza en mi reflejo brillante de enfrente. Entrecierro los ojos observando cada centímetro de mi cuerpo, de esta piel blanca que mantengo con uñas y con dientes en verano. Me separo de la puerta y me enderezo. Observo el perfil de este metro setenta sin muchas ganas de seguir mirando. Muevo un brazo y noto como cada músculo tensa la superficie de mi ser.
-¿Sigues ahí? –su voz interrumpe mi introspección.
-Sí…
-¿Y bien?
-Yo qué sé, niña –cojo la camisa que había dejado sobre el retrete y me la pongo encima, abrochando dos botones al medio. Camino a la puerta y la abro. Ella se desliza hacia atrás y queda de espaldas en el piso, mirándome fijamente. La miro, todavía con una mano en el pomo de la puerta.
-Tienes un cuerpo espectacular –me dice observándome completa desde su visión submarina.
-No es verdad –camino hacia adelante con las piernas un poco más separadas la una de la otra para no aplastar su figura. Intento pensar rápidamente en alguna cosa superflua para evitar el sonrojo de mis mejillas.
-Te vi la noche que vendé tus costillas –dice con calma, poniéndose de pie. Me detengo un par de segundos en la puerta de la habitación, la miro de reojo- no podía vendarte con la ropa puesta, tu misma me ayudaste un poco.
-¿Sabes? –comienzo con un tono amargo- no recuerdo todo lo que hice hace cuatro noches atrás, para mí es una amalgama de recuerdos sin mucha forma. En un comienzo estaba aquí, en el living, después en la calle corriendo, después figuras tú llorando y finalmente una sensación de agotamiento insoportable se apodera de mi memoria. Pero a pesar de no saber muy bien nada de lo que pasó, tampoco creo querer saberlo…
Entro en la habitación y me acuesto lentamente sobre la cama. Abrazo la almohada con furia y cierro los ojos para evitar que se note mi angustia, esta pena que roe mis pulmones hasta fatigarme. Escucho sus pasos descalzos sobre la alfombra, sé que tiene una mano sobre su codo opuesto y que la mano de este brazo reposa sobre su muslo; no escucho nada más y me dan ganas de darme vuelta, de abrazarla y desnudarme frente a ella. Vuelvo a escuchar sus pies avanzando, rodeando la cama y la veo a contraluz, de pie frente a mí y atrás de ella el ventanal iluminado de manera incandescente. Se acerca a la cama, trepa en ella y se acomoda a mi lado, frente a frente, en la misma posición fetal en la que me encuentro yo. Está tan condenadamente cerca que su respiración empaña la mía, agita mi corazón y presiento que puede salir de mis labios un te amo estrepitoso.
-¿Confías en mi? –pregunta tan suavemente que a penas escucho su voz.
-Más que en nadie en esta vida… -murmuro de vuelta con el mismo volumen. Su mano se levanta lentamente y acaricia mi mejilla cubierta de cabellos rebeldes.
-Entonces dime por qué aún no te has desnudado con ninguna –sonríe con calidez y se apodera de mi mente, la modera a su voluntad y me hace hablar.
-Porque quiero encontrar a esa mujer que me inspire tal amor, tal confianza, que mi cuerpo deje de ser un estorbo y así poder descansar debajo de ella después de que hacer el amor… Sin que una fuerza mayor me obligue a levantarme y dejarla allí a la mañana siguiente, sin explicaciones… -murmuro pausadamente, sin tragar la poca saliva que hay en mi boca.
Sus ojos me miran fijos, cristalinos y vidriosos.
Pareciera decirme con ese mirar tan acertado que mi desnudez es virgen.
Y sí, lo es.
Cierro los ojos con sueño. Quizás ella debería cerrarlos también y olvidar todo lo que ha pasado durante estos cuatro días de volver a reunirnos. Olvidar todo lo que pasó antes, olvidarlo a él. Concentrarse solamente en que hemos estado viviendo juntas desde la universidad, sin interrupciones, sin rupturas absurdas.
Está tan condenadamente cerca que su respiración empaña la mía, agita mi corazón y presiento que puede salir de mis labios un te amo estrepitoso.
Esa era la parte que te mencioné.
Mi crítica?
Muy corto.
Tiendes a dejar(nos) con ganas de seguir leyendo...
Sos un genio.
Y sí, repito.
Estoy instalada esperando el libro, y ¿porqué no? la película.
Sí, un genio.
Vaya, Srta. Rowe, me ha hecho sonrojar de muy mala manera.
Halagos fuertes de su parte.
Y no sé si haya libro. Tengo tantos y tan pocos. Tan malos. Tan poco tiempo.
Cool blog, interesting information... Keep it UP » »
Post a Comment
<< Home